Ayuda artificial
Encontrar el equilibrio mental
Lights will guide you home
And ignite your bones.
And I will try to fix you.
Cara A

 - Quizás un experto podría ayudarte - dijo él, con la voz más suave posible. 

 - ¿Ayudarme a qué? - respondió ella, defendiéndose de un ataque inexistente. 

 - A ser más feliz. 

 - No sé qué quieres decir ahora, tú. Ya estoy feliz, a ratos, como todo el mundo. Pero el niño me saca de quicio. No parece tener 17. 

 - Precisamente por que tiene diecisiete… 

 - Y de mi ex, mejor ni hablar. Ni idea, tiene, de cuidar de un adolescente. 

 - ¿No cumple la compartida? 

 - Sí, pero no me da el apoyo necesario a las decisiones sobre el niño. 

 - Ya me imagino… 

 - Y en el trabajo es imposible, ser feliz. Todo lleno de ineptos. Todo lo hacen mal. Mira que se podrían hacer las cosas bien, como yo quiero, pero claro, no con esa gente... 

 - Tampoco hace tanto que cambiaste de trabajo, ¿no? 

 - No, hace unos años, después de la absorción. Cuando nos compró la empresa de Barcelona, ​​empeoró todo. Y mira que hice el esfuerzo de venir aquí. Con la comodidad que yo tenía en Zaragoza. 

 - ¿En Zaragoza estabas mejor? 

 - Hombre, mejor que aquí, sí, por supuesto. Tampoco eran nada del otro mundo aquellos inútiles. 

 Tampoco... 

 - Debía estarles encima, continuamente, exigiendo que cumplieran lo básico. Y eso que no me dieron la posición que pedía a RRHH… ya les habría espabilado yo, ya. 

 - ¿Pidiste ir a RRHH? 

 - Sí, pero me dijeron que no encajaba en su modelo de liderazgo. ¿Qué sabrán ellos, de modelo de liderazgo? Una banda… 

 - Quizás no eran ellos, los equivocados, ¿lo has pensado nunca? 

 - ¿A qué juegas tú ahora? ¿Crees que puedes hacerme de coach, niñato? 

 - No me gusta que me insultes. 

 - Hombre, si dices tonterías, ¿qué quieres? 

 - Mejor que lo dejemos. 

 - Sí, cambiamos de tema. ¿Vamos a cenar a ese restaurante que me salió al instagram el otro día? Pagas tú, por burro. 

 - No quería decir sólo dejar la conversación. 

 - Va calla. Llama para reservar, que así harás algo de provecho. 

 - Va en serio. Pide ayuda. 

 - Ya te tengo a ti, ¿no? 

 - Yo ya no estaré aquí. 

 - ¿Ahora me dejas? ¡Qué manera de ayudarme! 

 - Cuídate. Te envío un mensaje con un servicio de soporte. 

 - Ya lo tenías todo pensado, ¿verdad? ¡Marcha, pues! No te necesito. ¡Bueno sea! 

 - No me llames. Juntos no podemos ser felices. Yo tampoco. Que tengas suerte.

La puerta se cerró suavemente, pero dentro de ella fue un terremoto. 

Cogió una copa. 

Siempre ayuda. 

Un Macallan nunca te deja sola. 

No había hielo. Ya lo sabía, que no lo habría rellenado el perezoso de él. Qué asco.

Miró el móvil. 

Tenía un mensaje. 

 • DeepPsico quiere ayudarte. Deja el Macallan un segundo, y haz un clic. Si no te gusto, podrás criticarme… Pruébame, que ahora no tienes nada mejor que hacer.

Hizo un clic. 

Le salieron unas cláusulas de privacidad. Los abogados del demonio siempre poniendo condiciones, pensó. Aceptó sin mirar.

 - Veo que te has decidido a hacer clic… 

 - ¿Y tú quién eres? ¿Cómo sabías que tenía un Macallan? 

 - Mujer, no hace falta ser demasiado inteligente… aunque sea artificial, hasta aquí llego. Él cierra la puerta, y tú abres el Macallan. Es de libro. 

 - Que narices sabrás tú… 

 - Más de lo que crees. Tu amigo… bueno, ex-amigo, se ha preocupado por ti. Me ha pasado un poco de información, antes de decidir irse. 

 - ¿Y qué derecho tenía él? 

 -Me lo has dado tú, el derecho. 

 - ¿Yo? ¿Cuándo? 

 - Al aceptar las condiciones de uso del servicio. 

 - ¡Pero si me habías enviado el mensaje con el cachondeo del Macallan antes! 

 - A ver… ¿tú quieres que te ayude o no? 

 - Pues no sé… mira, hoy no es el día para pensarlo. 

 - Tranquila, en cualquier momento puedes borrar todo lo que sé, y todo lo que me dirás. Quedará sólo entre nosotros. Más privado que un psicólogo. Nadie lo sabrá. Pero tú, en el fondo, sí sabes que necesitas ayuda. 

 - ¿Qué te ha contado ese tío de mí? 

 - Que llevas varios rechazos, y que quizás te podemos ayudar a darle una vuelta. A mirarlo desde otra perspectiva. La de los demás. Y quizás encontramos un camino de en medio. Siempre está ahí. 

 - No sé por qué debo mirarlo desde la perspectiva de los demás. 

 - ¿Crees que la gente podría comportarse de modo que te hiciera más feliz? 

 - Sí, claro. Si no fueran estúpidos…

 - Todos te parecen que tienen comportamientos estúpidos… ¿verdad? ¿Qué te parece si cogemos uno que te haya hecho daño, y tratamos de entenderlo, probamos?

 - Ahora estoy muy cansada. No quiero hablar de ello.

 - Claro. Vuelve al Macallan, si quieres. Yo te espero. No tengo prisa. Tengo todo el tiempo del mundo. 

Cara B

 Julia volvía de la playa con una mezcla de sensaciones. Le gustaba el sol, el mar, la sal en la piel, los restos de arena por doquier. Pero la ducha de casa era como el orden final. Mientras se ponía algo de hidratante en la espalda, acabó de pensar la respuesta al caso de DeepPsico.

Miles de personas habían pedido a DeepPsico que ayudara a pacientes potenciales. Y realmente, estaba siendo bastante efectivo. Desde las primeras décadas del siglo XXI, las enfermedades mentales se habían multiplicado y la sanidad pública no daba abasto. Tampoco todo el mundo podía contratar privados o tenía mutua de asistencia con cobertura psicológica.

DeepPsico había entrado muy fuerte en ese segmento. Y muchas personas preocupadas lo habían visto como una oportunidad para ayudar a amigos, familiares, compañeros, a quienes veían en situaciones complicadas. 

Cerca de un 45% aceptaban el tratamiento al recibir el mensaje personalizado inicial, un porcentaje estratosférico si los comparamos con los ratios de éxito de cualquier campaña digital. Analizando los motivos, se veía que DeepPsico utilizaba información privada en los mensajes gancho, con lo que conseguía despertar el interés. 

Y una vez hecho un clic, los clientes potenciales pasaban a ser clientes atraídos por una conversación útil.

Y muchos de ellos, después de horas de conversación, meses de tratamiento, reconocían, de forma masiva, que les había ayudado.

DeepPsico no atendía a nadie con personal humano. 

Claro que tenía expertos en psicología y psiquiatría, médicos y analistas de datos, pero ningún caso se atendía por un humano de forma atomizada. 

Un montón de protecciones de cifrado hacía que las conversaciones fueran absolutamente privadas. Tan sólo la persona destinataria podía abrir los mensajes, que se borraban de los móviles inmediatamente una vez leídos. 

Ninguna auditoría de seguridad había detectado un mínimo agujero en los registros de conversaciones, que se guardaban en meta-lenguaje, un código cifrado de almacenamiento de los nuevos sistemas de IA, no accesible a la comprensión humana.

No podía filtrarse, pues, lo que los humanos no entendían. 

Las máquinas no tenían ningún interés en filtrarlo, tampoco. Al revés, estaban programadas para proteger la privacidad y atender de forma privada a su cliente.

La única rendija era el mensaje inicial. No se puede utilizar nada antes del consentimiento. 

Estaba bastante claro que debería prohibirse. Pero a su vez, algunas personas se quedarían sin un tratamiento que les ayudaría. Una pena, pero es la ley.

DeepPsico pensaría, seguro, alguna forma al límite, de nuevo, de conseguir ese primer clic.   

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