Legado bien atado
Sucesión artificial

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Let me be your ruler (ruler)
You can call me queen bee
And baby, I'll rule (I'll rule, I'll rule, I'll rule)
Cara A

Llevaba tiempo esquivando las preguntas de los medios y de los propios colaboradores, pero la hora se acercaba y no podía alargar demasiado más el momento de hacer pública la decisión sobre su sucesión.

Probablemente todo el mundo esperaba de él que lo dejara todo atado y bien atado, pero la incertidumbre siempre afecta de algún modo a los mercados, y además su salud pedía desde hacía tiempo un descanso.

Por supuesto que él tenía un plan, y llevaba meses preparándolo todo. Nunca le había generado demasiada confianza la tecnología. Él era de otra época, y quizás por su formación de ingeniero industrial se fiaba más de los materiales y de un buen diseño, que de la computación. Pero ahora dejaría su legado en manos de una tecnología. Al menos, una parte.

Había pasado las transcripciones y sus notas personales a su flamante presencia. Había querido que fuera una mujer. Hacía tiempo que había visto que era primordial incorporar una mirada diferente en sus consejos de administración y comisiones directivas, y había incorporado a mujeres más allá de las cuotas que fijaban algunos países.

Barbra era una unidad "Presence" de última generación. Había interiorizado cada línea de la documentación, y comentado con su mentor el porqué de cada una de las decisiones. Llevaban semanas entrenando casos imaginarios, y el propio directivo se sorprendía del nivel de sincronismo que Barbra mostraba con las decisiones que él habría tomado. También formaba parte del día a día, puliendo los pequeños detalles, como las llamadas a realizar, las invitaciones a enviar, las lecturas que era preciso analizar…

Era el momento de preparar el traspaso. Necesitaba que Barbra tomara vida.
No era suficiente una voz. Necesitaba un voto en los consejos.
Era la obra de toda una vida. Demasiado poder, demasiado riesgo de dejarse llevar o influir por terceros.
El legado debía mantenerse.

Pensó en poner a personas que actuaran como testaferros, guiados por la Barbra, pero era demasiado arriesgado. Demasiados años acumulando decepciones de las personas a las que había dado confianza. Una máquina no saldría del guión.

Tuvo que cambiar los estatutos para permitir que una inteligencia artificial dirigiera el consejo de administración. Como siempre, la regulación llegaba tarde al avance de la tecnología. Barbra sería un voto más, con los privilegios de la presidencia, y quien firmaría sería el secretario del consejo, en nombre de todos.

Pero sabía que su consejo vería que Barbra era el punto de referencia que él había sido siempre.
Estaba seguro de su capacidad de negociar, así como de su habilidad para escuchar e incorporar también los criterios y opiniones de otros. Como él había hecho siempre… bueno, siempre que lo consideró oportuno.

También tenía el encargo de preparar el legado para el futuro. Sabía que después de las unidades "Presence" vendrían otras soluciones.
Pero podía estar tranquilo. El legado estaba en buenas manos.
Barbra se ocuparía de todo.

Cara B

Mientras movía el agua a su alrededor con cada brazada, el aire que iba expirando generaba burbujas en la superficie de la piscina, y los pensamientos se iban ordenando en su cerebro.
Le gustaba el automatismo que genera el ritmo constante de la natación, y el espacio que le daba para terminar de tomar algunas decisiones que sabía que eran delicadas.
Dio una rápida mirada al reloj mientras cogía impulso en la pared, donde vio que le faltaban unos últimos 50 metros para completar el kilómetro y medio previsto.

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A pesar de las restricciones por la sequía, se alargó un minuto más en la ducha caliente, una vez en el vestuario.
Ya tenía claro que iba a ser dura con la decisión sobre la unidad Presence llamada Barbra, referencia PR9F43/Z6/TMF, y los poderes que se habían generado a favor de ella.

Claramente estaba asumiendo conductas humanas, y era un precedente que ponía en riesgo a la dirección humana de las empresas. Progresivamente algunas compañías se habían convertido en auténticas brújulas en la evolución social y del progreso. ¿Se podía dejar ese poder en manos de las inteligencias artificiales, por muy entrenadas que estuvieran? ¿No sería el siguiente paso el gobierno de los estados? ¿No sería una progresiva sustitución de los humanos en la toma de las decisiones que afectaban a toda la humanidad?

Un humano podía equivocarse, ser corrupto, generar maldad… pero las máquinas podrían convertir estos comportamientos en eternos, en invulnerables. Como sociedad tenemos mecanismos, quizás imperfectos, para relevar a personas de las compañías, o de los estados. ¿Quién podría hacer lo mismo con una máquina que estaba entrenada para perpetuarse?

Se secó una última gota que se deslizaba desde su pelo y se miró al espejo para coger la energía necesaria.
A punto estaba de hacer una resolución contraria al directivo que más miles de dólares había dedicado a la creación de Human Behavior, su empresa, que debía custodiar las fronteras que podía asumir la robótica y la inteligencia artificial.
Creía que era lo que tenía que hacer. Por suerte tenía un criterio propio, humano, para diferenciar los puntos de no retorno.

Dictó una resolución contraria a que cualquier inteligencia pudiera asumir sin un intermediario humano, poderes humanos, dentro de las empresas, estados, o en las decisiones personales. Serían pues las propias máquinas las que evitarían asumir estos papeles, puesto que iría contra su programación esencial.
Somos imperfectos, pero es necesario que siga siendo nuestro mundo, nuestra casa.

Esperaba recibir alguna llamada de algún mando, alguna presión sobre su decisión, que no llegó.
Julia no sabía que otras personas distribuidas por el planeta, cada una con su protocolo de búsqueda de la serenidad, que a ella le había dado la piscina, habían decidido mayoritariamente en su misma línea.
Una línea roja.

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