Gratis o premium
Lejos quedan las noches de verano de mi adolescencia, en las que escuchando la radio, devoraba los libros de una biblioteca cercana. Siempre tenía puesta una cinta de cassette en la platina lista para grabar aquella canción de moda que desaparecería de las listas con la misma facilidad con la que había llegado al éxito.
No pagaba por el libro, lo hacía la biblioteca de la obra social de una caja, que a cambio recibía mi confianza y mis cuatro duros.
No pagaba por la radio, lo hacían los anunciantes, que sabían la audiencia que tenían.
Pagaba por un dispositivo, eso sí, grabador, pero sin canon. Y también pagaba por unas cintas de cassette que tampoco tenían canon.
¿Era quizás un delincuente?
Ahora es verdad que la tecnología llega más alto y las copias que se pueden obtener sin pagar tienen la misma calidad que las de pago, lejos de mi cassette, pero no encuentro tampoco tantas diferencias.
Los modelos de negocio no duran eternamente, y los que hacían cintas ahora tienen que hacer otra cosa.
Del mismo modo, la industria del cine, de la literatura, de la música y todas las que quieren limitar el uso de una creación personal tienen que evolucionar. Y lo están haciendo, no les queda más remedio.
Cerrar ahora una web, o criminalizar los que bajan contenidos digitales, no va a cambiar nada. Y todavía menos poner a la misma altura cualquier servicio basado en la nube, como el DropBox, que es insultante que se clasifique como impulsor de la piratería.

No podemos vivir de contenidos pasados. A algunos les sabe mal, pero es así.

Ni Messi cobra por cada vez que vemos repetido uno de sus mágicos goles por YouTube. Y creo que se gana bastante bien la vida. Cada día, sin embargo, tiene que salir al campo, a luchar y a sufrir agresiones.
El fútbol ya ha encontrado su fórmula: si quieres el directo, paga una entrada al estadio o de la tele de pago.
La música también: la experiencia vivida en un concierto supera la audición digital.
El cine de manera similar, puede equipar salas para vivir emociones que no están al alcance del comedor de casa.
Los periódicos también: una parte gratuita otra de pago, además del soporte papel.

Todos los que subimos contenidos a la red somos conscientes de que pasan a ser de todo el mundo de manera fácil. ¿Pero acaso perdemos valor por eso?
No, el valor es nuestra capacidad constante de encontrar nuevas conexiones, nuevas derivadas, nuevas soluciones. Claro, requiere un esfuerzo constante.

¿No creéis que todo es bastante sencillo?
Un servicio básico libre de pago. Un servicio premium de pago.
Unos negocios mueren y otros nacen. Mejor aceptarlo cómo es.

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