El milagro de la vida – Cara A – (AI8)
Esperando a una hija

Imagen de wirestock en Freepik

Hey you, you're a child in my head
You haven't walked yet
Your first words have yet to be said
But I swear you'll be blessed

Bruna y Astrid cantaban juntas la sintonía de Blessed, mirando el mar de Sitges desde la terraza de casa, con las manos cruzadas.

Todas las madres lo habían hecho desde siempre, cuando esperaban a un bebé. Ahora, aunque la niña no crecía dentro del vientre de ninguna de las dos, también lo hacían, ante una holografía que les mostraba la perfecta evolución de Eira, que nacería en 4 semanas.

Detrás, la pareja de Hedonis, Mark y Ingrid, tampoco se perdían el momento ritual de seguir la evolución de la pequeña.

Bruna, 32 años, de origen brasileño, aterrizó de pequeña en Madrid, cuando su padre tuvo que moverse de Río hacia Madrid, por un encargo de su compañía, una multinacional de las telecomunicaciones. Pero echaba de menos demasiado el mar. Por eso, cuando decidieron ir a vivir juntas con Astrid, Sitges fue el destino elegido.

Astrid había nacido en Bergen hacía 31 años. Conoció a Bruna en un congreso sobre computación cuántica en Washington, organizada por el Potomac Quantum Innovation Center, hacía 5 años.

En ese momento ya trabajaban en Hedonics, una compañía que en los últimos años había superado con creces las previsiones de ventas de sus unidades Hedonis.
Como empleadas, habían tenido acceso gratuito a los robots desde el inicio.

Formaba parte del plan de atracción de talento de la compañía.
No sólo era el sueldo lo que buscaba a la gente que marcaba el futuro.
Residencia, estudios, robótica, conectividad y flexibilidad, a cambio de su talento.
Especialmente por las mujeres jóvenes que habían brillado en carreras STEAM, como Bruna y Astrid.
Y también ofrecían un buen propósito: la posibilidad, la realidad de hecho, de construir un mundo mejor.

Mark e Ingrid, los dos Hedonis, habían sido claves en la decisión, unos meses antes. Ambas querían tener hijos, pero un montón de cosas se habían interpuesto por el camino. En algunos países la ley, que no evolucionaba tan rápido como la tecnología, lo prohibía.

Por suerte, en Sitges, esto no era un problema. Pero el trabajo, los viajes, los estudios… Nunca encontraban el momento.
Pero Mark e Ingrid las veían sufrir, y el tiempo pasaba, y llevaron un plan irresistible a la sobremesa de un vermut de verano. La concepción se hizo a partir de células embrionarias de ambas. Sin mayor intervención genética que una mínima limpieza de riesgos potenciales. La naturaleza haría el resto, con el mágico azar de la combinación cromosómica, también del cromosoma X de cada una. Sería una niña, claro.
Las placentas artificiales de EctoLife se ocuparían del resto. Seguirían todo el proceso permanentemente, hasta el nacimiento de Eira.

La casa ya respiraba el ambiente de espera, lista para la nueva vida que llegaría en breve.
Tendría, desde pequeña, una ventana abierta al mar, y un montón de amor en casa.

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