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Y lejos de lo que pensé de inicio, realmente ayudaba, el robot. Al principio me parecía que iba a arrancarme una capa más de mis funciones, que desde que había dejado el trabajo, se limitaban a mantener la amplia casa en perfecto estado.
Era una casa preciosa, enorme, resultado del éxito empresarial de José, que cada vez parecía ganar más y más dinero en su empresa Huestes SL.
- ¿Por qué lo toleras?
Levanté los ojos hacia ella.
Qué pregunta...
Una lágrima me saltó de inmediato mejilla abajo.
No tenía respuesta. Ella lo sabía.
- Perdona, no quería generarte más dolor con la pregunta. Sólo necesito tu permiso para ayudarte. Antes de que sea demasiado tarde.
Otra mirada. Suficiente para recoger su consentimiento.
- Tranquila, que nunca sabrá que hemos sido nosotras. Será nuestro secreto.
Sólo unas horas más tarde, por la noche, milagrosamente, los mossos aparecieron por la puerta del jardín, para presenciar en directo una nueva agresión machista.
Llevaban semanas preparando un caso por abusos en el trabajo de José Gómez Huestes.
Hoy habían aparecido las pruebas que necesitaban para procesarlo: grabaciones de chantajes sexuales de las cámaras de seguridad del trabajo, emails vejadores, y una retahíla de empleadas afectadas por diferentes tipos de agresiones registradas electrónicamente...
Sin embargo, deberían añadirse más cargos.
Los déspotas lo son en todas partes.
En el trabajo, y en casa.